Vida rápida, lectura superficial

Llevo unos días con la necesidad vital de parar. Lo más paradójico de todo es que no me lo permito porque un fuego interno me impele a seguir haciendo cosas y una voz, que reconozco vagamente como mía, me dice constantemente «sigue, tienes que hacer cosas, descansar es malgastar tiempo». Esa voz. Ese tono totalitario que dice «no pierdas el tiempo descansando». ¿Cómo he(mos) llegado ahí?

Me gustaría entender por qué ha cuajado tanto y tan bien una sociedad de hiperproductividad e hipervelocidad; una sociedad multitarea donde lo que predomina es, fundamentalmente, la cultura fast: fast food, fast relationships, fast life. Donde el gusto por las cosas bien hechas, con calma y con mimo, ha dado paso a la prisa, al frenesí, al todo «para ya y para ayer, gracias».

Cada vez más tengo la impresión de que hemos perdido la capacidad de tomarnos un tiempo para reflexionar y disfrutar de cada cosa que hacemos y, en concreto, de la lectura. Me pongo a mí misma bajo la lupa y lo que veo me inquieta. Busco libros casi compulsivamente para leer después del que tengo entre manos, me anoto posibles lecturas, sugerencias, libros relacionados con otros que estoy leyendo… Vivo en «la siguiente fase», en el mañana, en la urgencia. En el «más, más, más». Y esa tónica te atrapa en un bucle que, irremediablemente, te aboca a un estado de ansiedad.

Solo cuando ignoro a esa voz interior que me increpa, me permito parar y preguntarme: ¿por qué esa urgencia?

O, más bien: ¿para qué?

Si cedemos al culto a lo rápido, acabamos cediendo al consumir por consumir y aquí el acto de la lectura se pervierte, se ensucia. Ya no leemos tan a conciencia, degustando cada palabra, deleitándonos con cada frase. Releyendo, incluso, aquellas partes del libro que más nos han marcado.

El arte de la lectura se ha sustituido por el consumo, rápido, de más y más libros. Reemplazamos el arte por el consumo. Y en esa cultura de lo rápido, ¿somos capaces de sumergirnos verdaderamente en las lecturas que abordamos? ¿O caemos en un automatismo en el que el componente artístico se diluye y desdibuja?

Desde luego, yo no quiero seguir en esa dinámica. Me niego rotundamente. Yo digo «sí» a la calidad, a la pausa y a la reflexión. Quiero dedicar tiempo de calidad a la lectura y quitarme de la cabeza esa voz tirana que me quiere obligar a hacer cosas sin parar. Que obnubila mis sentidos y me arrastra a un estado de constante estupor. Quiero volver a leerme un libro como lo hacen los niños pequeños: despacio, con todo mi ser, con toda mi atención e imaginación.

¿Te apetece parar y leer como si fuera la primera vez que lo haces? ¡Revolucionemos la lectura para recuperar su esencia!

Nos leemos pronto. ¡Felices lecturas!

T.


Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0 

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