

Con las manos en las letras

La vida es dura. Nos curte. Nos zarandea. Nos centrifuga. Coge nuestros planes, los agita, los sacude, los reboza por el barro y nos los devuelve muy distintos de lo que nosotros habíamos pensado.
Y, aun así…
Hola, me llamo Tania. Soy una eterna optimista, incluso en mis momentos más oscuros confío en que me las apañaré para salir adelante. Quizá cuando leas esto estoy en uno de esos viajes astrales hacia los confines de mi desánimo. O, quizá, he decidido que ya estoy harta y que es hora de retomar mi camino idealista hacia delante, para seguir aprendiendo.
Cuando era pequeñita, aunque todo fuera complicado en una familia algo desestructurada, yo siempre estaba soñando.
Soñaba con mundos inventados de colores con tonos imposiblemente maravillosos; me imaginaba a dragones, valerosas guerreras y aventuras sin fin. Mi fantasía era mi salvavidas, mi vía de escape hacia mundos sin límites, sin fronteras. Me imaginaba a mí misma como esa guerrera invulnerable, valiente, intrépida. Todo lo que no podía controlar en mi día a día, mi aguerrida alter ego se lo sacudía del hombro cual mota de polvo.
Así que cogía todos los cuadernos, pedazos de papel e incluso servilletas que encontrase por ahí perdidos para escribir. Escribía de todo. Probablemente mal y sin estilo. Pero con ansia, con ilusión, con pasión.
Cada vez que escribía, mi corazón se calmaba y se henchía de felicidad al mismo tiempo. Un Yin y Yang de emociones: el Yin que me daba serenidad, me servía de terapia y me hacía estar en equilibrio ya desde pequeñita; el Yang que encendía mi pasión, mi corazón, que se enarbolaba como un frenesí de inspiración en el que era capaz de perderme horas de puro fuego creativo.
Así que, cuando estaba en el pueblo con mis abuelos, lejos del mundanal ruido de la ciudad que ahora me acompaña cada día, y siendo tan solo una niña de 6 o 7 años, cogía mi bicicleta y me perdía sola por la naturaleza. Me iba a la montaña, al bosque, a la praderita. Daba igual, mientras estuviera rodeada del salvaje aroma verde de los pinos silvestres y el canto de las golondrinas.
Mmm…, ¡qué delicia de fragancia y de sonidos!
Y, allí, perdida y acompañada solo de mi espíritu indómito, me ponía a escribir mientras, de cuando en cuando, perdía mi mirada en aquel horizonte surcado de montañas agrestes.
Total, que la ignorancia de mi niñez me llevó a estudiar Periodismo, pensando que sería la vía más fácil para dedicarme a la escritura. La vida, sin embargo, tenía unos planes propios y me llevó por muy diversos senderos que me abrieron la puerta a nuevas experiencias: desde el periodismo al mundo del community management, luego trabajé en el sector administrativo, después como profesora de yoga y ahora me descubro como una aspirante a escritora y cuentacuentos en un trabajo algo diferente al de mis sueños…
Y aquí ando, en busca de nuevos horizontes literarios.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0







