Los días de Semana Santa me han regalado tiempo para disfrutar de una agradable desconexión y de varias lecturas reposadas cuyas reseñas iré compartiendo en los próximos días. No sé vosotros, pero para mí lo más valioso de la vida después de la salud (y de leer, obviamente) es el tiempo. Pero me estoy yendo por las ramas: hoy traigo la reseña de una de las obras más interesantes de Shakespeare: Macbeth.
Escribir la reseña de un autor de la talla de Shakespeare me resulta un desafío, sobre todo por la gran cantidad de académicos especializados en analizar sus obras que existen. Así que me limitaré a compartir mi visión personal del libro y un análisis «a mi estilo», desde mi experiencia como lectora y no como experta en la obra shakespeariana.

Empiezo por la edición: me he decantado por una traducida al español, concretamente la de la editorial Austral Clásica, ya que había leído que Ángel-Luis Pujante es uno de los mejores traductores de la obra de Shakespeare y quería conocer su versión. He de decir que me ha sorprendido muy gratamente: ha realizado un grandísimo trabajo de adaptación de la obra, ya que ha preservado el aspecto semántico sin descuidar de ningún modo el aspecto literario y poético del lenguaje original.
Además, la edición de Austral es magnífica: el libro es ligero y maleable, lo cual facilita la lectura y la hace mucho más cómoda, está bien maquetado y se complementa con una introducción inicial breve pero muy completa que analiza y contextualiza la obra.

En cuanto a la historia, se sitúa en la Escocia del siglo XIII, en mitad de las guerras intestinas entre los distintos barones que se disputaban el poder. En este contexto nos encontramos con el protagonista, Macbeth, que lucha como general a favor del rey Duncan por defender sus tierras. Una vez derrotado el enemigo, Macbeth y Banquo, otro de los generales que -presuntamente- es amigo suyo, regresan tras la batalla. Durante el camino, ambos se topan con tres mujeres misteriosas, envueltas en un halo de misterio. Ese carácter enigmático, casi siniestro, estará presente durante toda la obra y es uno de sus elementos distintivos. Quizá por eso se la cataloga como «la obra más oscura» de Shakespeare.
Las mujeres, a las que se alude como «brujas», hablan con Macbeth y Banquo y predicen el ascenso al trono de Macbeth. Este suceso es el detonante que pone en marcha la verdadera trama de la historia: la ambición como motor del infortunio y la autocondenación. Y es que la historia, en realidad, es una mera excusa para realizar un estudio exhaustivo de la naturaleza humana, de cómo el sentido de la moralidad es mutable y fluctúa según las pasiones y deseos humanos.

En ese sentido, Shakespeare desgrana de manera extraordinaria el descenso de un héroe y su transformación en villano. Somos testigos de una genuina metamorfosis de la personalidad promovida por la ambición y alimentada por el ego, la arrogancia y la prepotencia. Al principio Macbeth tiene dudas, se produce una fugaz lucha interna entre su ambición y su sentido del deber. Pero al contarle a Lady Macbeth la profecía de las tres brujas y darse cuenta del poder que albergaría de ser rey, pierde progresivamente la sensación de culpa y se inicia una suerte de «viaje del villano», en contraposición al héroe que inicialmente parecía ser.
Quizá lo más interesante y perturbador de todo es la manera en que Shakespeare te lleva a «entender», casi de manera inconsciente, la actitud y el proceso que transita Macbeth. Primero le vemos como un gran héroe que ayuda a salvar el reino, que acaba con el traidor que busca usurpar el trono. Pero, tras la profecía, asistimos a su transformación: de la incredulidad a la duda, de ahí a la culpa y, finalmente, a la caída hacia los brazos de la más cruda ambición. Curiosamente al principio se le presenta como un hombre débil, empujado por su mujer a cometer un asesinato del que no está convencido, aunque luego no muestra ningún atisbo de duda en sus decisiones.

Por último, añadir que el personaje de Lady Macbeth es muy ambiguo, digno de un profundo análisis que se escapa al propósito de esta reseña. Si bien se suele decir que Lady Macbeth es muestra de la presunta «maldad femenina», en realidad, y aunque es cierto que incita a Macbeth al principio, ella es la única que se arrepiente de lo ocurrido y es consciente de la magnitud y la repercusión de lo que han hecho.
El final que le espera es trágico, pero, aun así, esa culpa que le lleva a la locura puede ser indicativo de que no era dueña de sus actos, sino que era víctima de un conjuro que ella misma lanza al enterarse de la profecía, a diferencia del propio Macbeth, que tenía en todo momento la opción de decidir no cometer el regicidio.

Como decía, esta obra tiene mucho de ambigüedad, brujería y elementos ligados a la oscuridad y la magia. Por tanto, la riqueza de matices que nos ofrece Macbeth nos permite hacer múltiples lecturas de la obra.
Lo único que he echado en falta es algún soliloquio más, que nos permitiera acceder a la mente de los personajes con más lujo de detalles, como ocurre en Hamlet. Aun así, recomiendo su lectura, eso sí: reposada y con calma, para disfrutar de cada frase, imagen y juego de palabras. Es una traducción excelente, así que os diría que leyerais ambas versiones para disfrutar el doble si tenéis la oportunidad.
Nos leemos pronto. ¡Felices lecturas!
T.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0









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