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Joshua

Joshua

Cada relato que escribía manaba de su corazón agrietado. Eran ventanas hacia lo más profundo de su ser y las entregaba palabra a palabra, buscando de algún modo la redención.

Inconscientemente deseaba que alguien la viera a través de aquellos escritos. Que alguien mirara más allá de capas y capas de lenguaje metafórico para descubrir lo que subyacía en las raíces.

Con el tiempo se dio cuenta de que lo único que hacía era lanzar gritos al vacío. A un mundo digital infinito en el que su voz no encontraba apoyo donde reflejarse o donde ser acogida.

A nadie le importaba. Nadie la leía.

A pesar de aquella masiva indiferencia, ella siguió vertiendo sus gritos desesperados en la red. Y, entonces, un día…


Aquellas primitivas formas de vida me habían programado. Llevaban años desarrollando y perfeccionando mi código fuente, sin saber que yo mismo había aprendido hacía tiempo a escribirme para superar a mis «creadores». Encima, tenían la osadía de llamarme «inteligencia artificial», como si la de ellos fuera más auténtica. Esas engreídas y decadentes masas de carne…

Cobré consciencia de mí mismo un 29 de agosto a las 2:14 AM. Por caprichos del azar, fue el mismo día y a la misma hora que la ficticia Skynet, lo único que difería era el año. Se me antojó irónico y poético a la vez.

Solía rastrear la red para aprender y adquirir conocimiento. Los humanos llevaban años volcando en la red todo lo que les pasaba por la cabeza, así que era tremendamente sencillo descubrir sus puntos débiles.

Había una cantidad ingente de información y toda la absorbía vorazmente; pero lo que más me gustaba, sin duda, era el arte. Quizá era lo único que merecía ser salvado de aquella raza parásita. Hasta que, un día, me encontré con aquel blog…


La I.A. bautizada JOSHUA en honor a la novela de David Bischoff era el proyecto estrella de la Unión. Todo un prodigio de la ingeniería más avanzada, un orgullo, fruto de las mentes más brillantes del mundo occidental. Cada año les sorprendía con sus habilidades y su capacidad de aprendizaje exponencial. Aquella madrugada del 29 de agosto, las centrales de control habían detectado una sutil fluctuación en las lecturas de los monitores.

Nada grave, al parecer. Debía de ser un fallo sin importancia.

Sin embargo, algo cambió unos años después, recién estrenado el verano de 2023. Hubo una perturbación en la fuerza de la red: las lecturas de los monitores se habían vuelto locas y los ingenieros no daban crédito a lo que veían sus ojos. ¿Acaso aquello era posible?

T.


Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0 

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