Tengo la sensación de «hacer trampas» cuando me siento a escribir la reseña de un libro cuya autora idolatro. Y es que no es un secreto para nadie que me conozca (o que se haya paseado por estos lares un poquito) que Chantal Maillard es una de mis autoras favoritas; de hecho, cuanto más leo su obra, más me gusta. Para mí, este libro, La baba del caracol, se resume en una palabra: sublime.
Se trata de un ensayo sobre la poesía y el proceso de la creación, pero también acerca de la finalidad de las artes en general y de la poesía en particular. Si bien al principio parece que vamos a encontrarnos con un ensayo académico, de corte filosófico y repleto de teoría, lo que hace Maillard es desgranar el tema de forma poética, profunda y mediante bellísimas metáforas.
La autora recoge a varios autores para ir tejiendo —«a fuego lento»— una reflexión en la que nos invita a participar. Desde el erizo poemático de Jacques Derrida, a otros autores como Paul Celan, Matsuo Bashō, Henri Michaux o Taneda Santôka. Sobre estos dos últimos hace un repaso de lo más interesante para descubrir las relaciones entre ambos, desconocidos el uno para el otro, pero que compartían esa búsqueda personal que tantos artistas han perseguido (y persiguen) en el transcurso de sus vidas.
Resulta muy revelador el repaso de Maillard, breve y minimalista, por la historia de la poesía, ya que invita a preguntarse qué es y en qué consiste ese género literario. ¿Acaso la propia poesía no puede encontrarse en la vida cotidiana, en las rutinas y aquello que ya conocemos? ¿No podemos desarrollar nosotros mismos una mirada poética a partir de nuestro entorno que modifique nuestra forma de percibir el mundo? ¿Y esa mirada inocente de los niños, que miran todo como si lo vieran por primera vez?
Más allá de la reflexión de la autora sobre el arte de crear, también pretende plantear cuestiones mucho más profundas para que el lector se cuestione su propia percepción de la vida. Casi como una reflexión budista o como un koan que no aspira a alcanzar una respuesta, sino que solo pretende despertar la curiosidad, Chantal Maillard nos plantea una gran cantidad de cuestiones que invitan a la reflexión. Y no sólo acerca de qué es la poesía, sino de cómo la percibimos, cómo la sentimos y cómo somos cada uno de nosotros.
No quería marcharme sin mencionar el precioso y pertinente repaso por la poesía japonesa que incluye la autora. Me ha encantado descubrir el origen de los haikus y de otras composiciones poéticas niponas que no conocía y que pretendo investigar a conciencia.
Es un libro corto, apenas 114 páginas, pero es intenso: invita a una lectura reposada y con calma. A mí me pide una segunda (y tercera y cuarta) lectura: para paladear cada premisa, cada idea que plantea Maillard.
La editorial es Vaso Roto (ISBN 978-84-949952-2-4) y en general me agrada mucho la edición: dispone de espacio en los márgenes para anotaciones, la letra tiene un tamaño adecuado y el libro es pequeño y fácil de transportar. La única «pega» (aunque esto es un gusto personal) es que el color de la letra es de un gris algo apagado, que a veces cuesta leer según la luz que se utilice; hubiera preferido la tinta en un negro más intenso, para que no se canse tanto la vista.
Personalmente me ha inspirado mucho leer La baba del caracol, a nivel intelectual, espiritual y emocional; aparte de haberme encantado el ensayo en sí. Como digo, es un libro sublime, maravilloso y profundamente bello, así que lo recomiendo encarecidamente.
Nos leemos pronto. ¡Felices lecturas!
T.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0









2 respuestas a “La baba del caracol de Chantal Maillard”
[…] palabras se tornan insuficientes, vacías o recipientes demasiado limitados. La herida en la lengua no es ni mucho menos el primer libro que leo de esta extraordinaria autora, pero sí es uno que me ha tocado especialmente. Quizá por mi propio […]
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[…] cierto, reconozco que hay cierta influencia de Chantal Maillard en el poema que he escrito. Quienes me han leído saben que es una de mis escritoras de cabecera. […]
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