Que no muera la aspidistra de George Orwell

Hace unas semanas inicié la lectura conjunta de esta novela. Llevaba tiempo con ganas de leerla, pero solían caer otras obras en mis manos que acababan desplazándola. Así que cuando una amiga y yo nos decantamos por este libro, ya no había excusas para seguir posponiendo su lectura. Escogimos esta novela por ser una de las menos conocidas de este autor (uno de mis favoritos, he de decir) y porque el argumento llamó poderosamente nuestra atención. Paso a analizarlo.

ARGUMENTO

Gordon Comstock es un idealista convencido y tiene las cosas muy claras: el dinero es el culpable de todos los males y, por ende, también lo es el sistema capitalista. Además, Gordon aspira a convertirse en un poeta bohemio, con una vida decadente que alimente el fuego de la creación poética. Así que le declara la guerra al dinero y decide autoexcluirse socialmente en pos de seguir sus presuntos ideales inquebrantables. Eso significa que prefiere rechazar un trabajo bien remunerado que, a su juicio, le convierte en un esclavo del sistema, y optar por uno mal pagado como acto de rebeldía ante el poder del dinero.

Esta decisión tiene toda una serie de consecuencias que se van desplegando a lo largo de la novela.

BIOGRAFÍA RESUMIDA

George Orwell (seudónimo de Eric Arthur Blair) fue novelista, periodista y crítico británico, además de un reputado ensayista de los años treinta y cuarenta del siglo XX. Nació en 1903 en Motihari, una antigua colonia británica en la India, y falleció por tuberculosis en 1950, en Londres.

Residió en París y Londres durante varios años y allí conoció de primera mano la pobreza y las dificultades económicas. Supo aprovechar sus vivencias personales para plasmar en sus obras la realidad de la sociedad de su tiempo, como es el caso de Homenaje a Cataluña (1938), en la que volcó su experiencia como colaborador de los republicanos durante la Guerra Civil española. Tras la Segunda Guerra Mundial publicó sus dos obras más conocidas: Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949).

Orwell era un idealista y defendía el socialismo democrático; su trabajo subraya la lucha del hombre contra las reglas impuestas por sistemas corruptos. Además, se opuso de forma activa al imperialismo británico y a cualquier tipo de totalitarismo, ya fuera fascista o estalinista. Algunas de sus novelas menos conocidas son Los días de Birmania (1934), Sin blanca en París y Londres (1933) o Subir a respirar (1939), entre otras.

RESEÑA

Que no muera la aspidrista (1936) es una sátira magnífica, elegante y perspicaz que retrata el capitalismo a través de todos y cada uno de sus personajes. Desde mi punto de vista, diría que también constituye una visión bastante ácida de la naturaleza humana, sobre todo en esas situaciones en las que se tiende a caer en un victimismo absurdo por pura cabezonería y falta de sentido común.

Destaca la naturalidad y la maestría de Orwell para entrelazar la crítica a la sociedad capitalista con un elenco de personajes que casi se convierten en clichés elevados a la enésima potencia. Quizá es esa exageración del carácter o de ciertas convenciones lo que contribuye ridiculizar un sistema que oprime a sus ciudadanos y anula sus sueños y aspiraciones.

Es cierto que hay momentos en los que la actitud de los personajes puede «desesperar» al lector, que se descubre incapaz de entender el porqué de tanta terquedad; sin embargo, la historia de cada uno engancha hasta tal punto que «necesita» seguir leyendo para saber qué va a pasar a continuación.

Personalmente, Gordon Comstock me parece un antihéroe, egoísta, odioso e intransigente. Al principio es comprensible su perspectiva y sus ideales —que hasta cierto punto comparto—, pero llevados al extremo, tal y como él lo hace, resulta un sinsentido que se aleja de toda lógica. Sobre todo, por las repercusiones que tiene para él y (más aún) para todas las personas que le rodean. Tal vez ese odio que Gordon cultiva en el lector es uno de los aspectos que más me atraen de la novela: Orwell logra incomodar, ponernos frente a frente con una realidad fea y desagradable, pero sin invitarnos a dejar de leer, sino más bien todo lo contrario.

Además de la crítica al capitalismo y a la sociedad, otro de los temas que recoge esta novela es el del idealismo. A medida que avanza la lectura se percibe la pregunta no formulada de «¿Hasta qué punto es inteligente llevar los ideales al límite de sensatez?» o «¿No es lícito cambiar de opinión una vez somos conscientes de que estábamos equivocados?».

Me gusta mucho esa característica de esta novela, esa capacidad de extrapolar la insensatez del protagonista al lector y confrontarle con su propia realidad. Máxime, porque vemos distintos matices de idealismo según cada uno de los personajes y no se limita únicamente al protagonista.

En esa misma línea, no solo Gordon nos muestra el resultado de llevar al límite sus ideales, sino que su novia, Rosemary, y su mejor amigo y editor, Philip Ravelston, también evidencian con su comportamiento los frutos de un idealismo inflexible y condicionado por el sistema capitalista. Me atrevería a decir que también se retrata esa actitud inmovilista que permeaba en la sociedad de los años treinta y que bien podría ser el reflejo de nuestro presente en muchos casos.

Quería hacer una mención al título, ya que la aspidistra es otra de las protagonistas recurrentes; de hecho, funciona como la némesis de Gordon, quien tiene con ella una relación de guerra constante. Y es que esta planta, originaria de China, era símbolo de riqueza, respeto y dignidad; en la época victoriana se consideró que la aspidistra era señal de una vida agradable y desahogada. Para Gordon Comstock esta planta es la personificación del sistema capitalista y, por tanto, su enemiga, que a su juicio insiste en recordarle a todas horas que el dinero lo es todo.

Habría mucho más que debatir y analizar, porque esta novela —en apariencia desenfadada e incluso superficial— tiene muchos matices y varios niveles de crítica que Orwell sabe tejer de forma magistral. Desde mi punto de vista, es una novela muy interesante, bien estructurada y con unos personajes bastante peleles, pero tremendamente bien construidos y que cumplen a la perfección su papel.

La edición que he leído es de la Editorial DeBolsillo (978-8499890913); el libro en sí es muy cómodo (estas ediciones son estupendas), aunque diría que la letra es un pelín pequeña. No obstante, se lee bastante bien y rápido, además de ser una edición muy manejable y práctica.

CONCLUSIÓN

Esta novela es una crítica satírica a la clase burguesa, al capitalismo y a un idealismo casi fanático. En un segundo nivel, funciona como un análisis de la psique humana, de cómo una idea puede condicionar por completo una forma de vida y de pensamiento, hasta hacer casi imposible cualquier crecimiento o evolución personal.

Aunque los personajes a veces resulten áridos, cumplen su cometido de figuras satíricas con una función más allá de su acción en la trama.

Por eso —y porque Orwell nunca defrauda— recomiendo mucho su lectura, ya que es una delicia descubrir todo el engranaje que construye el autor y que es mucho más complejo de lo que aparenta.

T.


Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0 

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