Llevo semanas, tal vez meses, dándole vueltas al sentido de este blog y de mi cuenta en Instagram (diría que incluso más a esta última). De alguna manera, diría que he perdido todo horizonte hacia el que quiero avanzar; aunque es posible que sea más un «autocuestionamiento global» acerca del motivo por el cual escribo por estos lares, cuando solo unos poquitos me leéis. ¿Es sensato seguir lanzando letras, palabras, sentimientos al concurrido universo virtual? ¿Cuál es el propósito, si parece que solo nado en círculos?
Esta publicación es una suerte de reflexión compartida y lanzada al vacío, un ejercicio de escritura automática con el que pretendo descubrir(me) tan siquiera un esbozo de respuesta ante un infinito mar de interrogantes. Hace tiempo que se han interpuesto muchos obstáculos en mi camino, muchos de ellos invisibles, pero de un peso tan opresivo que podría decirse que son más tangibles que los de naturaleza material. A los que se suman las heridas y cicatrices que me colonizan por dentro y que, últimamente, todos se empeñan en recordarme. El universo me confirma mi carácter disfuncional. Aunque también… Lo que crees es lo que creas y no creo ser más disfuncional que la mayoría. Y aun así…
La vida va sorprendentemente rápido y despacio al mismo tiempo. Es paradójico, pero cada vez soy más consciente de que puedo sentirlo todo a la vez. Dolor y alegría; ansiedad y esperanza… La escritura es una parte inherente a mí como persona. Es posible que mucha gente no entienda que si no escribo, algo en mí se apaga inexorablemente y acaba matando mi espíritu. Con ella me relaciono con el mundo, guardo y colecciono recuerdos, revivo sensaciones hermosas, analizo emociones dolorosas… La escritura es mi forma de intentar entender el caos que me habita, la maraña que poco a poco se ha ido liando más y más en mi cabeza. ¿Locura? Tal vez. Pero es mi locura o yo soy locura, me da igual.
El hecho de volcar en las redes mis dudas, sentimientos, emociones y de dar rienda suelta (o al menos todo lo que sea posible) a una creatividad que se siente enjaulada ha empezado a perder sentido. ¿Por qué lo hago? Y lo más importante: ¿para qué? Siempre me ha gustado compartir mis letras, pero empiezo a pensar que el exacerbado ruido que viste las redes silencia mis palabras. Tantas voces, tantas ganas de ser escuchados, tanta prisa por consumir experiencias en lugar de pararse a sentir y vivir… Por el momento he perdido ese horizonte. Y, en parte, también he perdido esas ganas de las que hablaba.
Un episodio reciente (o, mejor dicho, una caterva de varios) me ha hecho replantearme mi vida a todos los niveles. Algunas de las preguntas que han surgido son muy trascendentales, del tipo «¿qué quiero realmente?», «¿tiene algún sentido mi vida?», «¿acaso toda esta maraña dentro de mí —de mi cabeza, de mi cuerpo— está revelando una locura o un problema mental serio?», «¿qué demonios me pasa que, haga lo que haga, acabo hiriendo a la gente que quiero y a mí misma en el proceso?».
Algunos me han sugerido una crisis de mediana edad, pero llevo haciéndome estas preguntas desde que era adolescente. La diferencia es que ahora se han vuelto de lo más apremiantes, como si quisieran llamar mi atención para arreglar y/o reconducir algo que no va bien. Sé que algo no funciona, pero ¿qué? ¿Mi mente? ¿Mi vida? No sé, ya dudo de todo, la verdad.
En cualquier caso, sé que ha perdido gran parte del sentido el estar por aquí o, al menos, la forma en la que estoy. Pensaba que sería positivo, bonito y enriquecedor para mí, pero no lo es. No lo es. Así que me voy a limitar a compartir textos de otra índole: reseñas, artículos culturales, textos literarios de interés… Y voy a guardar mis propias creaciones para otros medios más íntimos. He llegado a la conclusión de que tal vez sea mejor volver al papel, donde solo mis ojos acaricien las palabras. Donde vuelva a sentir la libertad que en algún momento perdí. Donde sea yo misma de verdad, aunque sea de puertas adentro, ya que no se entiende (incluso se rechaza) esa inmensa parte de quien soy o creo ser, si acaso soy o aspiro a ser algo.
Quería compartir estas líneas, escritas deprisa y corriendo, sin pensarlo mucho para no dar cancha a la duda, para despedirme. Al menos en parte. Una persona es un universo infinito con tantas capas que ni uno mismo las conoce todas. Siento que las más profundas de mí han sido duramente juzgadas y rechazadas, sin voluntad de ser comprendidas. Por eso, al menos de momento, las volveré a guardar solo para mí, en unas páginas que quizá el tiempo borre o el fuego devore.
Esta parte de mí se despide, no sé si para siempre (me suscita cierto vértigo pensar en algo tan definitivo), pero sí por una —muy— larga temporada. Gracias a todos los que estáis. Gracias a todos los que seguiréis. Gracias a todos, en general, por ser mis maestros.
Tania.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0








