Con las manos en las letras

Hace unos días conocí la existencia del llamado «binomio fantástico» de Gianni Rodari, una técnica que usan los escritores cuando tienen un bloqueo creativo o bien desean jugar un poco con las palabras, como a mí me gusta. Según lo que descubrí, consiste en tomar dos palabras al azar que, en apariencia, nada tienen que ver. Cuanto más dispares, más divertido y más se potencia la capacidad creativa de nuestra imaginación. La técnica consiste en escoger las dos palabras que queramos o bien seleccionarlas de listas previamente confeccionadas en las que las palabras aparecen numeradas.

De esas listas, elegimos dos números, descubrimos las palabras que nos han tocado y ya estamos listos para comenzar. Una vez tenemos nuestro binomio, dejamos volar la imaginación, permitimos a nuestra mente que cree escenarios, situaciones, historias y mundos con ellas.

Me pareció tan interesante la idea, que decidí probarla, a ver qué brotaba de ahí. Escogí un par de números de una lista de Rodari, que correspondían con las palabras «fiesta» y «planeta», y salió el microrrelato que incluyo a continuación, que he decidido titular Reflejo de sangre. Si os apetece, podéis usar estas dos palabras y compartir en comentarios vuestro propio juego literario. ¿Os animáis?

Estábamos tomando unas copas en el sitio más presuntuoso que había pisado, lleno de gente que buscaba la aprobación de los demás con trajes alquilados mucho más caros de lo que se podían permitir. Una fiesta en pos de la vanidad y la opulencia.

El ambiente rancio, con toques a alcohol, pimienta y puros añejos, me resultaba embriagador y nauseabundo a partes iguales. Mis oídos se empezaban a saturar con el chasquido metálico de los altavoces combinado con los gritos de los invitados, que alzaban cada vez más la voz para hacerse oír.

Aquella guerra sonora llenaba el ambiente de sonidos salidos de otro planeta, de una civilización devota al ruido y al exceso. Y fue allí, en aquella algarabía, donde vi la alacena oculta. Camuflada entre libros de todos los tamaños, formas y colores vi la pieza que faltaba en el caso que había estado investigando: una bella espada japonesa llamada «kodachi», cuyo filo estaba tan delicadamente cuidado, que apenas se distinguían las gotas de sangre. A no ser que supieras dónde mirar. Y yo lo sabía.

T.

Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0