Estamos viendo temas muy interesantes en el curso de Edición profesional de Cálamo & Cran. Paradójicamente, lo que más me gusta es descubrir que no tengo ni idea de nada. Que cuanto más aprendo, más consciente soy de que lo que sé es una milésima parte de todo el conocimiento que hay ahí fuera. Se podría decir que personifico la famosa frase de «solo sé que no sé nada», atribuida a Sócrates.
Pero me estoy yendo por las ramas. Como siempre.
Siempre me lo dice mi madre: «mira que te enrollas, niña».
¿Profesión? Divagadora profesional.
Al lío. Venía por aquí a compartir una reflexión.
Estoy aprendiendo que la tendencia actual en el sector editorial es una masificación de la oferta y un impulso importante de los ebook. Sin embargo, las agoreras predicciones que se hicieron hace varios años, augurando la desaparición del libro en formato papel, no se han cumplido (¡¡menos mal!!). Más bien, se ha creado un escenario diferente: uno en el que coexisten los libros digitales y los libros impresos.
Y aquí quería llegar yo.

He aprendido un término nuevo: «fisicidad». Más que el término en sí, me interesa lo que significa aplicado a la literatura: ese amor físico por los libros, la imperiosa necesidad de abrir las páginas y enterrar la nariz para -literalmente- esnifar su aroma, esa sensación de embriaguez al entrar en las librerías, en las que miras todas esas estanterías repletas, cuyos libros se convierten en sirenas que te hipnotizan y te llaman con su canto…
Vamos, que los libros impresos nos encienden mucho más que la mente: nos estimulan el tacto (no sé vosotros, pero yo necesito tocarlos con veneración, abrir sus páginas despacio, disfrutando cada momento, cada sensación que mis dedos me transmiten, ains…), el olfato (esa fragancia propia de cada libro que, automáticamente, hace que todo tu cuerpo vibre de anticipación), la vista (no me podéis negar que algunas encuadernaciones son un auténtico regalo para los ojos) y el gusto (¿acaso un buen lector no gusta de leer junto a un café o un té calentitos?). Añadiría el oído, porque a mí me encanta que me lean algún fragmento interesante de un libro o, incluso, leerlo yo y darle una entonación especial para que el libro cobre vida.

Confieso que he tenido mis idilios con los ebooks. He tenido un total de dos. Me avergüenza decir que han muerto casi vírgenes. Lo he intentado, de verdad, pero no es lo mismo. No me gusta nada cómo están maquetados (al menos la mayoría de los que he intentado leer, quizá los de ahora están mejor), no me gusta leer en la pantalla, por mucho que las hayan mejorado, y cada vez que intento leerme un libro digital, soy incapaz de terminarlo y acabo leyéndomelo en papel. Sé que, antes o después, le daré una nueva oportunidad a los ebooks, pero nunca van a conseguir que deje de preferir los libros impresos.
Los libros impresos son mi droga, ¿qué le vamos a hacer?
¿Y tú de quién eres? ¿Libros digitales o libros impresos?
Nos leemos pronto. ¡Felices lecturas!️
T.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0









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