Siguiendo la estela de ese síndrome del impostor del que hablaba hace unas semanas, me puse a buscar distintos relatos, microcuentos y otros textos que he ido publicando en redes en los últimos años. Hubo una temporada en la que, casi cada día, compartía textos llenos de emoción, repletos de una parte muy intensa de mí misma, que había escrito aprovechando momentos oscuros y difíciles de mi vida. Suelo hacerlo bastante, escribir no solo me resulta terapéutico, sino también muy liberador.
Sin embargo, he perdido una gran cantidad de esos textos, ya que cerré hace tiempo mi primera cuenta de Facebook (cuyos usuario y contraseña ni recuerdo), más recientemente cerré la segunda (cuya contraseña quizá podría recuperar) e hice lo mismo con mis dos antiguas cuentas de Instagram, que cerré por cierto episodio oscuro, que no viene al caso.
La historia es que, en esa búsqueda de mis escritos, me he dado cuenta de muchos de esos momentos de inspiración y de pasión literaria desatada se han perdido, ya que no tengo copia de ellos. Ser consciente de esta pérdida me ha hecho sentir huérfana, casi vacía, como si hubiera perdido un pedazo de mí.

Antes solía escribirlo todo en mis cuadernos, luego compaginaba los cuadernos con el ordenador y con las notas del móvil y últimamente he volcado casi todo en formato digital. [Errorrrrr] El formato digital ayuda mucho, por supuesto: es inmediato, gracias a los smartphones nos acompaña a todas partes y tiene la ventaja de poder escribir y mover frases y palabras para jugar con ellas en el texto.
Pero.
Los cuadernos tienen algo especial. Te regalan la capacidad de reflexionar, de pensar no solo con tu mente sino también con tus manos. Te permiten emborronar, tachar, dibujar, subrayar, usar colores, pegatinas, recortes de revistas, hojas caídas de los árboles, pétalos robados de las flores en la primavera…

Los textos escritos en soporte digital se pueden borrar sin dejar ni siquiera la sombra de haber existido. Un día decides desconectarte de ese entorno de redes sociales y ¿qué ocurre con esos fragmentos de creatividad que un día engendraste?
Por supuesto, aquello que escribes en un cuaderno o un folio, también puede desaparecer, desintegrarse, quemarse o perderse. Pero tiene mucho más que el producto de tu mente creativa: tiene tu personalidad, tu impronta. Incluso tu letra, en el preciso momento en que lo escribiste, es capaz de transmitir tu estado anímico, la emoción que te envolvía cuando volcaste en papel esa ventana a tu alma.
Por eso, cuando me di cuenta de haber perdido bastantes textos de los que he escrito a lo largo de mi vida, sentí que esa parte de mí se había evaporado en gran parte.

O quizá no. Quizá, sencillamente, esos escritos perdidos necesitaban desprenderse de mí y tener su propia vida allá donde acabaran echando el ancla.
Nos leemos pronto. ¡Felices lecturas!
T.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0









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