Hablaba hace unos días de mi pasión por los cuentos y mi interés por todo lo relacionado con ellos. Uno de los temas que me dejé en el tintero es el de la reescritura de cuentos populares, que me gustaría comentar en estos posts, a modo de introducción a las publicaciones que iré compartiendo las próximas semanas.
Dicen que la atención es selectiva y que solemos fijarnos inconscientemente en lo que más nos interesa en cada momento. En mi caso, los retellings.
Probablemente muchos sí conozcáis este término anglosajón que se ha puesto de moda para hablar de las reescrituras de cuentos y mitos tradicionales. Aunque es algo que se lleva haciendo desde siempre, tengo la impresión de que últimamente está cobrando un especial protagonismo. O yo me estoy fijando más, quién sabe.
La cuestión es que toda la vida hemos estado contando historias. Durante esas evocadoras reuniones al calor de la hoguera, en mitad de un bosque engalanado con la oscuridad de la noche, como si de un encuentro clandestino se tratase… Con esos apasionados relatos que le contamos a los niños para que duerman, pero que, en realidad, acaban encendiendo la hermosa llama de la imaginación que les permite ver lo que narramos, en lugar de caer en los dulces brazos de Morfeo.

Los primeros cuentos eran relatos que se transmitían oralmente en todo tipo de reuniones. Lo que quizá no sabíais (o lo mismo sí, yo desde luego me he enterado hace poquito) es que originalmente no estaban destinados a un público infantil. Aunque sí que había niños escuchando estas historias, no se habían creado para ellos, sino para los adultos. Y es que las versiones originales de los cuentos, no esas edulcoradas de Disney, eran historias llenas de elementos truculentos, sadismo, sexo y/o elementos eróticos, violencia e incluso situaciones de corte escatológico.
Otro aspecto curioso es que los primeros cuentos no tenían moraleja, ni pretendían dar lecciones morales ni consejos de ningún tipo. El único fin de esas creaciones literarias era estimular la imaginación, jugar con elementos evocadores y de carácter metafórico. Un hermoso «juego» que buscaba avivar la mente creativa de aquellos que escuchaban (¡y también de los que narraban!).
Así, los cuentos nacieron como una creación conjunta e inconsciente que brotó de la fantasía de pueblos enteros; esa «fantasía colectiva» creada entre tantas personas podría, como apunta Sibylle Birhäuser-Oeri, «considerarse sueños de la humanidad». Y, aunque existe una tradición escrita que puede llegar a los tres mil años de antigüedad, lo más extraordinario y fascinante de todo es que los temas de base prácticamente no han cambiado.

El hecho de que, al principio, fueran de carácter oral facilitó que se transmitieran de generación en generación, pero también que saltaran de un pueblo a otro y de unos países a otros. Eran literatura viva y dinámica. Con el paso del tiempo y gracias a los viajes comerciales, los cuentos empezaron también a viajar y se fueron adaptando y moldeando según la forma en que se narraban.
Continuaré este apasionante viaje por la historia de los cuentos en la siguiente parte. Por el momento, leed todo lo que podáis y dejad que se desate vuestra imaginación.
Nos leemos pronto, ¡felices lecturas!
T.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0









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