Las historias tienen magia. Son capaces de abrirnos las puertas hacia mundos de lo más interesantes, ya sea por su ambientación, por un uso diferente de la perspectiva o por un giro inesperado de los acontecimientos. Es más, una misma historia puede interpretarse de infinitas maneras si la ponemos bajo el escrutinio de distintas lupas. Es lo que ocurre con las reescrituras de los cuentos populares. ¿No es maravilloso?
Precisamente porque los retellings te permiten descubrir ilimitados matices de un mismo cuento, estoy leyendo nuevas versiones de los cuentos de mi infancia. También les estoy dando la oportunidad a otras historias que no había leído hasta ahora, como es el caso de Barba Azul.
Tras leer la versión clásica de Perrault, decidí ponerme con la de Amélie Nothomb, a quien descubrí gracias a un curso de escritura creativa. Esta autora de padres belgas nació en Kobe (Japón) y tuvo la suerte de empaparse de la cultura asiática hasta su adolescencia, ya que vivió en China y Japón hasta los diecisiete años.

Se trasladó a Bruselas, donde estudió Filología Románica; al acabar la carrera regresó a Japón y trabajó como intérprete en una multinacional. En 1992 volvió a Bélgica y desde entonces se ha dedicado exclusivamente a la escritura. En sus más de treinta obras, la autora combina varios temas como el misterio, la fantasía, el humor negro y la literatura del absurdo. Además de la que nos ocupa, otras obras de Nothomb son Estupor y temblores o Higiene del asesino.
Barba Azul nos cuenta la historia de Saturnine, una joven belga amante del arte que trabaja como profesora en el Louvre. Un día encuentra el anuncio de un piso en alquiler compartido, muy asequible y céntrico, así que decide probar suerte. En la entrevista descubre que el dueño de la casa es un hombre de lo más excéntrico sobre el que pesa el siniestro rumor de haber hecho desaparecer a las anteriores inquilinas.
Finalmente, de entre las más de veinte candidatas —todas mujeres—, ella es elegida como inquilina. Cuando conoce al propietario, don Elemirio Nibal y Milcar, se entablará entre ellos una curiosa relación en la que se confrontan dos personalidades antagónicas y (casi) irreconciliables.

Esta novela se cataloga dentro del género de la narrativa, aunque yo concretaría más añadiéndole la etiqueta de suspense y humor negro, por el halo de misterio que rodea a la trama —incluso sabiendo el final— y por el contrapunto cómico que no deja de aparecer a lo largo de la historia. La novela se estructura en varios capítulos y está escrita en su mayor parte en forma de diálogos entre los personajes principales. Por esa razón, la lectura es amena, dinámica y ágil.
Aunque apenas hay descripciones, no se echan de menos ni resultan necesarias, porque el lector se convierte en el espectador de una especie de obra de teatro y no necesita más información que la que va recogiendo de las conversaciones a las que asiste como testigo indiscreto. A pesar de ello, en algunos momentos asistimos a breves pinceladas que nos muestran los sentimientos de la protagonista o datos relevantes que contextualizan lo que va ocurriendo.
El estilo del libro es informal y directo, recuerda mucho a los cuentos tradicionales, que buscan sobre todo contar una historia sin irse por las ramas. En ese sentido, los personajes utilizan un lenguaje actual y cercano, salvo quizá el protagonista masculino, que es la personificación de una anacronía viviente y que ayuda a acentuar la dosis de humor presente en toda la historia. Los diálogos traslucen, además, una crítica ácida, satírica, realzada por su estilo depurado y directo.

Los personajes principales son de lo más interesantes. Saturnine es una joven inteligente, sarcástica, algo presuntuosa y con un punto retorcido muy llamativo. En ella vemos la contradicción, las dudas, la soberbia de la juventud. Por su parte, don Elemirio encarna una especie de bufón tragicómico y romántico, de carácter constante, inmutable y epítome de la aristocracia más rancia. Ambos ofrecen un contraste en cuanto a personalidad y pensamiento que da mucho color a la historia.
Si bien es cierto que es una historia simple, el tono descabellado en que está escrita, ese humor ácido que recorre toda la trama y la manera de dar la vuelta la historia original hacen de esta obra una lectura muy interesante y entretenida. Además, es muy breve (144 páginas) y se lee rápido, gracias a la impecable maquetación que ofrece la edición de Anagrama.
Por eso, recomiendo esta novela para una tarde ligera, en la que disfrutar del buen humor con un poco de «mala leche» y un ligero toque de literatura del absurdo. Es una lectura perfecta para divertirse entre novelas más complejas y extensas.
Nos leemos pronto. ¡Felices lecturas!
T.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0









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