Un día me levanté y encontré pedazos quebrados de las alas que un día me llevaban a los más azules y hermosos cielos. Sombras de un pasado reciente que me recordaban días colmados de sonrisas. Las lágrimas brotaron a raudales cuando comprendí que nunca más volvería a volar con aquellas suaves alas.
Al principio la pena me invadió; luego, el miedo.
Pasé largo rato sentada entre las plumas que antes me acunaban cariñosas, perdida y sin saber qué pasaría a continuación.
Sin pensar, cerré los ojos y escuché algo que había ignorado en los últimos tiempos; un sonido que calmaba mi alma y daba calor a mi cuerpo. Los latidos de mi corazón me recordaron que seguía viva y que debía seguir luchando, que sólo dentro de mí se hallaba la llave de mi felicidad.
Supe, sin duda, que estaba en mis manos dibujar una sonrisa que nadie podría volver a borrar jamás. Así que cogí lo que quedaba de mis alas y me fabriqué unas nuevas, porque mi deseo era volar alto. Y me prometí que no dejaría de hacerlo nunca más. Así emprendí el vuelo una vez más, con el faro de la esperanza alumbrando mi camino.
T.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0









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