El universo tiene una curiosa manera de hacerte parar para mirar cara a cara a tus sombras y recovecos más oscuros. Estoy en uno de esos impasses, en los que no me queda otro remedio que pulsar el botón de pausa para reiniciarme y reconfigurarme (por enésima vez).
Este hiātus imprevisto me ha dado el mejor de los regalos: tiempo. Si bien es cierto que mi atención queda copada casi en su totalidad por las exigencias (y dolencias) del cuerpo, en los lapsos en que este me da tregua puedo dedicarme a reflexionar.
Y me he percatado de algo: siempre he pensado que ser vulnerable era sinónimo de ser débil. Aunque mirándolo con cierta perspectiva, quizá es una creencia limitante heredada de cierta parte de mi familia que yo he alimentado por no ser capaz de ver más allá de sus burdas enseñanzas.

Sea como fuere, esa visión de la vida me volvió tremendamente autoexigente desde muy pequeña. Me exprimía y me reñía si dejaba relucir cualquier signo de fragilidad. Era mi peor y más cruel juez; mi propia enemiga. No podía tolerar mostrar (especialmente a mí misma) ese lado frágil que todos tenemos. Ese aspecto que se muestra como una tara a ojos de la sociedad. «Pero qué débil eres»; «mira que eres floja, si no es para tanto». Esta última frase es la que me ha servido de detonante en mi actual estado. Un fogonazo de clarividencia.
Y es que todavía hoy me sorprendo al caer, una y otra vez, en mi misma trampa. La trampa del ego, por supuesto.
¿Por qué nos autocensuramos y reprimimos esa parte (natural) de nosotros? ¿Por qué solo podemos ser fuertes? O, mejor dicho, ¿por qué creemos que existe una única forma de ser fuertes? Y ya que estamos, ¿qué demonios es «ser fuerte», vamos a ver?
Decía Sun Tzu que «ganará quien sabe cuándo luchar y cuándo no luchar». Me ha costado años entender que la raíz de muchos de nuestros problemas es la lucha contra emociones que consideramos signo de vulnerabilidad. Porque socialmente están mal vistas, imagino. Porque esta cultura nos empuja a ser productivos, inquebrantables, hiperactivos; porque se nos inculca que lo bueno es el no parar y nos adoctrinan para considerar el descanso como algo censurable y muestra de risible debilidad.
En lugar de afrontar esas emociones, entenderlas y escucharlas, las ahogamos, las ignoramos o bien miramos a otro lado. Y lo que callan nuestros labios lo grita nuestro cuerpo. A veces tan fuerte que te rompe por dentro y te frena en seco, como una contundente llamada de atención.
Reconozco que todavía me ocurre. Y más estando en mi especial «pausa vital», donde me veo enfrentada a cada instante con miedos, frustraciones y cierta ira mal reprimida. Sin embargo, quiero pensar que ahora soy un poquito más consciente y me doy cuenta de que la vulnerabilidad es parte de nuestra fuerza. Como la otra cara de la misma moneda. Yin y Yang. Equilibrio. Fuerza + debilidad.

Me viene a la cabeza el concepto japonés del «ichigo ichie» (一期一会), una filosofía nacida en el siglo XVI que deriva de la ceremonia del té y tiene sus raíces en el budismo Zen. Vendría a decirnos que «lo que estamos viviendo ahora mismo no se volverá a repetir jamás», mostrándonos la importancia del momento presente, del disfrutar del aquí y el ahora como si no hubiera un mañana.
Tal como estoy ahora, este concepto me ayuda a valorar las cosas más triviales como si fueran el regalo más valioso del universo. Lamento que haya tenido que ser a la fuerza, tan bruscamente, pero a veces necesitamos un poderoso bofetón galáctico para darnos cuenta de lo verdaderamente importante (al menos yo, que soy de lo más cabezota).
Y es que este bellísimo concepto japonés, el «ichigo ichie», nos enseña que todo es efímero, que si lo dejamos escapar se desvanecerá en las arenas del tiempo. Nos invita a atesorar cada instante como una gota irrepetible del océano de la vida, apreciándolo con mayor intensidad y consciencia.

Por eso, perder el tiempo creyéndonos débiles y vulnerables nos aleja de valorar la esencia de la vida. La capacidad de saber rendirse es una poderosa muestra de fuerza. Porque hay una tremenda fuerza en reconocer nuestra cara más frágil.
Es hora de abrazar nuestra vulnerabilidad.
T.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0









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