,

Arenas del Tiempo

Arenas del Tiempo

Se me escurría el tiempo entre las manos, como granos de arena tratando de huir de su prisión acristalada. Por más que quería retenerlo conmigo, alargarlo y postergar su partida, él se empeñaba en abandonarme, dejando tras de sí un ávido agujero negro que se relamía, impaciente por engullirme.

El Tiempo llegó a mí inesperadamente, bajo un manto de miedo, dolor y una pausa impuesta por la fuerza. Al principio me resistí a someterme a su mandato; me rebelé contra la tiranía de la pasividad y la espera. Pero mi desbocada impaciencia no tenía ninguna posibilidad de éxito frente a su infinito estoicismo. Como la perseverante corriente del agua doblega las rocas, el Tiempo me acabó moldeando a mí también.

Lo que comenzó como pesadilla se tornó en un viaje a Nunca Jamás, donde el tiempo jugaba a alargarse y detenerse para crear sueños y fantasías en las que todo era posible. El dolor empezó a disolverse en sonrisas; la impaciencia carecía de sentido cuando los minutos duraban eternidades. Allí me deshice de disfraces, máscaras y farsas. La mujer en la que me había convertido se reencontró con la niña que nunca dejó de ser. Nos abrazamos, llorando y jurando no volver a separarnos jamás. Jugamos a colorear las nubes, a escribir cuentos y a perdernos por los sueños que habíamos olvidado. La música que adornaba nuestros días, un himno a esa completitud, logró reescribir mi alma. Ignoraba si alguna vez había sentido aquella libertad, esa sensación de pertenencia que iluminaba todo mi ser.

Víctima, tal vez, del síndrome de Estocolmo, me desvivía por aprovechar cada segundo que me regaló el Tiempo. Tanto, que yo misma lo malgastaba por intentar no perderlo. No quería que me abandonara jamás, pues tras toda una vida navegando sin rumbo, por fin había encontrado mi camino.

Sin embargo…

Ahora que quedan tan solo una decena de granos de arena en mi reloj, el Tiempo me abandona. Me arranca del país de los sueños, devolviéndome al borde del precipicio, donde aquel agujero negro babea de pura anticipación al ver a su víctima. Desesperada, me tiro al suelo, asiéndome a la túnica de aquel que me lo dio todo para volvérmelo a quitar. Sin mirar atrás, el Tiempo continúa impasible su marcha. Ignorante o consciente —quién sabe— del daño que ha infligido en mi corazón, lanzándolo directo hacia la destrucción.

Y, aun así…

Con los ojos cerrados, vertiendo por ellos mi alma, siento un abrazo cálido. Aquella niña que fui regresa y me habla con esa dulce e inocente voz, llena de sabiduría:

—Tranquila, no estás sola. Ahora soy yo quien cuidará de ti.

T.


Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0 

4 respuestas a “Arenas del Tiempo”

  1. Avatar de Esther

    Tania, me tienes aquí un buen rato, sin palabras. Un abrazo enorme.

    Le gusta a 1 persona

    1. Avatar de Tania Suárez Rodríguez

      ¡Hola, Esther! Espero que para bien y que te haya gustado mi texto. Otro abrazo enorme para ti también y gracias por compartir su sentir.

      Le gusta a 1 persona

      1. Avatar de Esther

        Para bien, claro que sí, me has hecho reflexionar. Gracias, besos.

        Me gusta

Replica a Tania Suárez Rodríguez Cancelar la respuesta

Soy Tania

¡ALBRICIAS, AMANTES DE LAS LETRAS!
Os doy la bienvenida

Mi pequeño gran espacio para dejar volar la imaginación, dar libertad a la creatividad y jugar con las palabras.

Escucha mi pódcast en iVoox y en Spotify