De misterioso origen nacida, una diosa venerada y temida. Sus antorchas iluminan la penumbra, cuando con su luz la luna alumbra. Una serpiente su sabiduría porta, un puñal que protege y reconforta; Doncella, Madre, Anciana de ambos mundos guardiana. Cuando nos desviemos de nuestro destino, Oh sabia Diosa, muéstranos el camino.
En los momentos más oscuros, esos en los que nos hallamos perdidos y sentimos que una jaula invisible nos encarcela, Ella viene a traernos su luz y su protección. La llaman «Dama de las Encrucijadas», pues es su costumbre aparecerse ante personas sumidas en las tinieblas. Cuando la noche coloniza el alma y nos vuelve seres desorientados, frustrados y con las esperanzas a punto de extinguirse, se abre una brecha entre los dos mundos y aparece Ella: Hécate, la Diosa Sombría.
De origen arcaico y misterioso, camina escoltada por tres fornidos perros salvajes, oscuros como el carbón, y con los rayos argentados de la luna como corona. La sabiduría en forma de serpiente se enrosca en una de sus manos; un puñal se encierra en otra, para desgarrar el velo de la ignorancia. Su forma triple representa la Anciana, la Madre y la Doncella; símbolo de resiliencia, protección e intuición. Hécate conjuga pasado, presente y futuro, ese cruce de caminos de la vida que nos guía cuando debemos tomar decisiones peliagudas.
Las antorchas que abrazan sus manos derraman un cálido resplandor que disipa las dudas. Lleva luz a la oscuridad; así, la desconfianza, el miedo y la incertidumbre se ven atenuados al bañarse en el fulgor de su poderoso fuego.

Hécate, antaño amada y venerada como diosa de la benevolencia, la fertilidad y la abundancia. Aquella que camina bajo la luz plateada de la luna y es soberana del Inframundo. El temor de la humanidad te relegó a las sombras y olvidó tu generosa protección; su ignorancia te hizo cómplice de aquellos que atormentaban a los hombres desde las sombras. Ese intrincado manto de odio, desconfianza y desconocimiento te arrancaron de las puertas de hogares y santuarios. Te despojaron de tu título apotropaico para cubrirte de oscuridad, muerte y adversidades.
Ahora, que por culpa de la ignorancia te hallas perdida entre las sombras, nosotras —tus hijas— te llevaremos la luz para revivir tus antorchas. Alimentaremos a tus perros con el denso y pesado manto del odio, para que solo reine el amor; te devolveremos la voz que silenciaron injustamente hace eones, arrancándola para que no te revelaras; y te ayudaremos a beber el néctar luminiscente de la luna, para que nos protejamos unas a otras de todo mal.
La luz, la oscuridad, dos caras de un mismo espejo. Negar una de ellas es condenarse a vivir a medias sin conocerse realmente. Abrazar ambas es abrazar la plenitud y, con ella, la libertad.
T.
Con las manos en las letras © 2023 by Tania Suárez Rodríguez is licensed under CC BY-NC-ND 4.0









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